Demanda de autos en internet crece con e-commerce

A mediados de marzo nuestro país comenzó a experimentar los efectos causados por la propagación del Covid-19 y fue la Industria Automotriz una de las más afectadas por el cierre de los pisos de venta, lo que obligó a todas las marcas a innovar en la comercialización de sus modelos.

Mercado Libre
Iliana Vetrano, Directora de Mercado Libre Motors, explicó que Vehículos es una categoría o MarketPlace que conforma a Mercado Libre y se divide en las modalidades FSBO, que son las personas físicas o morales que publican ya sea de forma gratuita o mediante un pago y Professional, en la que grupos como agencias o los canales propios de las marcas reciben la atención.

Seminuevos al alza
Iliana Vetrano agregó que los autos de segundo uso presentan una mayor demanda, “antes de la pandemia, la búsqueda de seminuevos contra nuevos era 2 a 1 y durante este último mes (mayo) vimos que fue de 3 a 1. Si bien las marcas y las agencias que manejan nuevos están teniendo promociones, bonos y planes para incentivar la compra de autos nuevos, pues siempre el beneficio del seminuevo es que tiene un rango de menor precio, dependiendo del año y kilometraje, menor”.

Agencias en línea
Guillermo Rosales, director de la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA), señala que: “Ha habido una mayor utilización de las herramientas para vender a distancia. Su utilización ha permitido que el impacto negativo de los cierres de los pisos de venta no haya sido tan drástico como lo habíamos previsto”.

El hecho de que en una primera etapa a la Industria Automotriz no se le consideró como una actividad esencial, fue otro factor que dañó el desenvolvimiento de la venta de autos nuevos. “La actividad de comercialización de vehículos no fue considerada, desafortunadamente por la Secretaría de Salud, como una actividad esencial por lo que estamos limitados para cuándo esté el semáforo en rojo marcado en alguna región, no podemos tener abiertos los pisos de venta.”, agregó el ejecutivo.

 

Fuente: El Economista